miércoles, 28 de marzo de 2007

Los pupitres rotos, los sueños rotos


Queremos tomar una maravillosa poesía de Nieves Alvárez Martín para reflejar los recuerdos que se forjan en nuestra memoría desde que somos apenas unos niños de 1 metro de altura, y cómo en esos recuerdos, que a la postre son el contenido de nuestra alma, se aglutinan las cosas más especiales formando un todo indisoluble.
Acompañamos la poesía con una de nuestras postales, para la cual hemos tomado prestada la fotografía de Miguel Ángel García González.

EL BOSQUE DE LA MEMORIA

Yo siempre lo recuerdo todo junto:
la calle, el bosque, el río,
la casa y el colegio,
el árbol, la montaña...

La calle era la vida, ese lugar sin dueño
repleto de tesoros increibles:
confite en los bautizos,
charcos cuando las nubes rompían a llorar,
risas cuando escampaba...
Era bolas de nieve en invierno,
luces, sombras y soles en verano,
y era marros y gritos y peleas
y canciones de corro
y el caracol-col-col que no quería
sacar cuernos al sol.

La calle era el país de los chiquillos
de pantalones cortos
y las niñas con trenzas,
que al regresar felices
del colegio
-con cuadernos de rayas,
plumieres de hojalata o de cartón
y todo su saber de enciclopedia-
se equipaban con aros, peonzas, bastidores...
y aprendían jugando cada tarde
al escondite inglés, al río verde,
a trenes, a piratas, a muñecas...

Yo siempre lo recurso todo junto:
aromas, sensaciones, palabras y silencios.
Palabras nunca dichas y tan nuestras,
tan propias, tan cercanas...
que nunca, nada,
nunca
ha sido igual.
-
Fantástica poesía que recoge con gran acierto el modo en que elaboramos nuestros recuerdos sobre la base de aquellas cosas que nos resultan esenciales: la familia, el paisaje, el colegio... No cabe duda de que los paisajes del recuerdo los pintamos con el pincel de una MEMORIA selectiva que nos permite siempre haber disfrutado de una infancia feliz, casi exenta de de desgracias. Al menos para quienes hemos tenido una infancia normal. En esa memoria selectiva siempre están presentes los recuerdos de nuestras andanzas por el Colegio: las travesuras, los juegos, las regañinas de aquel profesor. Pero hasta éstas las contamos con cierto humor y regocijo. Esta es una prueba irrefutable de la importancia que el colegio tiene en lo más esencial de nuestra humanidad. ¡ COMO NO VAMOS A LUCHAR POR LOS RECUERDOS DE NUESTROS HIJOS !
Además nos gustaría destacar otro párrafo: "la calle era el país de los chiquillos de pantalones cortos..." por la bonita descripción que hace de una cuestión que venimos defendiendo desde el principio. La enorme importancia que para la ciudad tiene la conservación de los espacios eduativos y culturales en el centro como focos de vida y de convivencia.
O es que ¿acaso queremos una ciudad donde solamente estén presentes las personas de la tercera edad sentadas en los bancos de los parques?

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