viernes, 23 de marzo de 2007

Las tentaciones de Jesús y las nuestras

Admirando esta maravillosa pintura de Botticelli que podemos contemplar en la Capilla Sixtina y en la que se representa el episodio bíblico de las "tentaciones de Cristo" nos viene a la cabeza una reflexión que tiene que ver con cuanto acontece en estos momentos de nuestras vidas.

Si el mismo Jesucristo es tentado por el diablo. ¡Cuánto más lo será la misma Iglesia y cada uno de nosotros, sus miembros! Es algo plenamente saludable y que entra en los mismos planes de Dios; pues dice la Escritura que Jesucristo fue llevado por el Espíritu mismo hacia el desierto, para que fuera tentado.
Lo importante pues, no es que seamos tentados, sino nuestra capacidad de responder y de reaccionar frente a esas tentaciones.


A continuación reproducimos un artículo del Profesor Bacigalupo (http://blog.pucp.edu.pe/item/2575) en el que reflexiona sobre este episodio bíblico de una forma general y sin circunscribirse a hechos concretos:

Mt 4, 1-11: "Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. Y después de hacer un ayuno de cuarenta días y cuarenta noches, al fin sintió hambre. Y acercándose el tentador, le dijo: "Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes." Mas él respondió: "Está escrito: 'No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios'." Entonces el diablo le lleva consigo a la Ciudad Santa, le pone sobre el alero del Templo, y le dice: "Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: 'A sus ángeles te encomendará, y en sus manos te llevarán, para que no tropiece tu pie en piedra alguna'." Jesús le dijo: "También está escrito: 'No tentarás al Señor tu Dios'." Todavía le lleva consigo el diablo a un monte muy alto, le muestra todos los reinos del mundo y su gloria, y le dice: "Todo esto te daré si postrándote me adoras." Dícele entonces Jesús: "Apártate, Satanás, porque está escrito: 'Al Señor tu Dios adorarás, y sólo a él darás culto'." Entonces el diablo le deja. Y he aquí que se acercaron unos ángeles y le servían".

"El Espíritu es el Espíritu divino o Espíritu del amor. El desierto es la antítesis del espacio público, es decir, un lugar inhóspito donde no hay nadie que vea lo que uno hace o deja de hacer; donde no existe control social; y donde, por ende, uno es más vulnerable a las tentaciones. El diablo es la tentación de poder realizar los deseos, sobre todo cuando se presentan las condiciones favorables al alcance de la mano. Esta es la esencia de toda tentación, y en alguna de sus múltiples formas asalta a las personas en sus vidas, sobre todo en los momentos en los que se ven exentas de control social. El ayuno representa a todas disciplinas auto-impuestas, orientadas a debilitar la intensidad de los deseos. El hambre nos recuerda la condición humana de no poder deshacernos de los deseos. Uno puede debilitarlos al máximo mediante alguna disciplina más o menos exitosa; pero lo que uno no puede es evitar tener deseos.

Las tres tentaciones
1. La tentación material.- Las piedras convertidas en panes representan la tentación de satisfacer las necesidades materiales básicas de la vida, como la alimentación, la salud, la vivienda, etc., pero sin tener que trabajar. Que no se vive sólo de pan sino además de la palabra divina significa que, aún en el caso de que se tuvieran satisfechas todas las necesidades básicas, uno debería seguir trabajando por amor de quienes necesitan de ese trabajo.

2. La tentación espiritual.- Tirarse desde el alero del Templo de la Ciudad Santa representa la tentación de ser infalible, irreprochable e invulnerable en lo que se asume que es la tarea que Dios le ha asignado a uno en esta vida. Que no debe tentarse a Dios significa que, aún en el caso de que uno acierte en la interpretación de la voluntad divina, se comporte con corrección y no sufra tropiezos respecto de ello, uno jamás debería descartar la posibilidad de estar equivocado
3. La tentación del poder.- La adoración de la madre de todas las tentaciones representa la tentación de poseer dominio soberano sobre los reinos del mundo y su gloria. A su vez, los reinos del mundo y su gloria representan el conjunto de todas las ambiciones humanas, materiales y espirituales, satisfechas por cualquier medio ajeno al amor. ‘Apártate, Satanás’ significa que el único medio que legitima el poder de unos sobre otros es el amor, por lo que, para la realización de los deseos de la voluntad, sólo es lícito adorar y dar culto al amor.

Un último elemento.- Los ángeles son los emisarios del Dios-amor o el mismo Dios-amor en contacto con la mente humana. Que los ángeles se acerquen al final para servir a Jesús es un corolario interesante: Significa que si verdaderamente no se busca el poder, se le obtiene. "

Hemos destacado en negrita y color azul algunas partes de esta interesante reflexión que nos parecen de máxima importancia para acercarnos a los problemas que cotidianamente vivimos. A partir de ahí, que cada cual saque su propia reflexión.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me ha resultado muy chocante contrastar ese Evangelio, que cada semana escuchamos en misa como si nada tuviera que ver con nosotros, y comprobar ciuantas veces nos apartamos del camino que Jesús nos enseñó.
Puesto que el artículo queda abierto a las conclusiones de cada uno, yo quiesira aportar la mía:
Paree evidente la relación con el problema que vivimos en nuestro Colegio, y aprece que quienes dirigen los destinos de la Compañía de María han elegido el camino más fácil que se aparta de seguir trabajando con esfuerzo y dificultades por el amor a quienes necsitan ese trabajo, que se han creido en posesión de una verdad única y han cerrado su corazón a escuchar lo que desde la humildad se les solicita, descartando la posibilidad de estar equivocadas. Enfin no sé si la decisión de cierre supone una aceptación de alguna tentación, pero lo que es seguro es que no han manifestado ninguna intención de sufrir por el amor a la educación de los niños.
Ojalá en algún momento les ilumine la luz de Dios y sean capaces de reconsiderar una postura impropia de una Orden de monjas.